El síndrome del impostor es un término cada vez más en boga en el mundo laboral. Si observamos las búsquedas de este término a lo largo de los años, vemos que hay un pico a mediados de 2020 y que después de esto hay una tendencia al alza en los meses siguientes.
En otras palabras, es imposible disociar la pandemia del aumento de las investigaciones sobre el síndrome del impostor. Al fin y al cabo, el año 2020 se asocia comúnmente con él y fue a partir de ahí cuando términos como éste se pusieron a debate en la plaza pública. De hecho, la salud mental fue otra de las preocupaciones durante el tiempo que pasamos en casa.
Según el informe ‘La anatomía del trabajo el 47% de los trabajadores del conocimiento declararon “síntomas” asociados a este síndrome, algo que puede estar relacionado con el trabajo a distancia.
Como cabe esperar, esto tiene un gran impacto no sólo en las vidas individuales, sino también en la gestión de proyectos.
¿Qué es el síndrome del impostor?
Todo trabajador tendrá alguna necesidad de aprobación, ya sea de sus compañeros, de sus superiores o de ambos. Por un lado, es natural y saludable sentirlo, ya que demuestra que la persona no es tan arrogante como para asumir que no necesita demostrar nada a nadie. Por otro lado, puede ser perjudicial si esta necesidad de aprobación alcanza niveles extremos, en los que la ausencia de aprobación en pequeñas tareas lleve al trabajador a dudar de su valía. Aquí es donde entra en juego el síndrome del impostor.
Descubierta en los años 70, no puede decirse que sea una enfermedad en sí. De hecho, científicamente, se considera un patrón de pensamiento que refleja lo comentado en el párrafo anterior: la duda de la propia capacidad y el sentimiento de que uno acabará siendo visto como un fraude.
De hecho, las personas con este tipo de comportamiento tienden a sentir cierto complejo de inferioridad hacia quienes les rodean, lo que puede materializarse en una mala gestión de los cumplidos recibidos. Es decir, la persona en cuestión puede dudar de sí misma hasta el punto de sentir que no merece los elogios que recibe o cualquier tipo de reconocimiento. De hecho, tienden a vincular sus méritos a la mera suerte.
¿El síndrome del impostor sólo se refleja en el trabajo?
En pocas palabras, la respuesta a la pregunta es no. El síndrome del impostor puede aplicarse a muchos otros momentos y ámbitos de la vida, como las relaciones o la propia escuela.
En lo que respecta a las relaciones, la persona puede sentir que no merece el afecto que recibe de su pareja o que se le considera algo mucho mejor de lo que es. En la escuela, un alumno con este tipo de comportamiento puede evitar hablar o hacer preguntas por miedo a que su sugerencia se considere poco útil.
En lo que respecta al trabajo, la gente no sólo atribuye muchos de sus méritos a la suerte, sino que también acaba devaluando su propia competencia. En este sentido, hay varias limitaciones a las que está sujeto, entre ellas evitar pedir un ascenso o un aumento de sueldo. También es más probable que rinda por debajo de sus posibilidades y, como consecuencia, se sienta mal en el trabajo.
El ciclo del Impostor
Según Jaruwan Sakulku, un investigador que estudió este fenómeno, publicando sus conclusiones en el Revista Internacional de Ciencias del Comportamientomás del 70% de las personas se ven afectadas por pensamientos similares a los mencionados anteriormente. Típicamente, dice Sakulku, el “Impostor” es alguien con tendencias perfeccionistas que busca la excelencia en todo lo que hace.
En cuanto eso no se cumple, se entra en un ciclo negativo en el que no se permite ningún tipo de elogio. O más bien, puede que incluso dejen que ocurra, pero no lo interioricen porque se sienten demasiado ansiosos por su rendimiento.
En otras palabras, están perpetuamente insatisfechos y sienten que siempre pueden hacer más y mejor.
¿Cómo superarlo?
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Hechos frente a argumentos
Hay varias formas de superar este síndrome, una de las cuales es mediante la racionalización. Centrarse en lo que es tangible y factual es una manera. De hecho, uno de los mejores métodos es “hechos contra historias”. A través de este método, intentamos comprender qué es un hecho y qué es una historia, asumiendo que los hechos son, de hecho, verdades visibles y palpables, mientras que las historias sólo pueden ser percepciones. Ahora bien, será imposible no crear historias, pero se puede contener la parte de “fantasía” para que la percepción tenga una dosis realista.
De este modo, la persona podrá protegerse contra la creación de situaciones que no se correspondan con la realidad, eliminando su impacto negativo.
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Reconocer
Una de las mejores formas de hacer frente a los sentimientos asociados al síndrome del impostor es darse cuenta de lo que está ocurriendo. En otras palabras, reconocer los sentimientos que recorren a cada persona que lo experimenta. Una vez reconocidas, es más fácil “dejar atrás” ciertas situaciones que podrían dejarse atrás y que, por tanto, tienen el potencial de tener un impacto negativo.
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Verbalice
No es necesario callar ni omitir los sentimientos. Al contrario, incluso se le anima a deshacerse de ciertas emociones al hablar con los que le rodean. Así estará más cerca de resolver el problema. Así, no sólo se sentirá liberada, sino que también podrá encontrar a alguien que ya se haya sentido así y que pueda darle herramientas como las que compartimos aquí (u otras que ya hemos dejado en nuestro blog).
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Aprenda de los que le rodean
Uno de los sentimientos comunes de quienes experimentan el síndrome del impostor es la comparación con otros colegas. Las capacidades de algunas personas están sobrevaloradas, en detrimento de las suyas propias.
Una de las mejores formas de afrontar esta situación es reconocer el trabajo de los demás y percibirlo como una oportunidad para mejorar. En otras palabras, no será productivo dejarse invadir por el sentimiento de amenaza, sino dejar que prevalezcan la adquisición de nuevos conocimientos y la posibilidad de crecer en la función respectiva.
Estas son algunas de las herramientas que puede utilizar cada colaborador para evitar que el proyecto se tope con obstáculos. Conocerlos hace que los objetivos sean más alcanzables y los procesos más fáciles de gestionar.
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